sábado, 8 de febrero de 2014

AGEO. CAPÍTULO 2.



Segundo oráculo
2 1El año segundo del reinado de Darío, el veintiuno del mes séptimo, el Señor dirigió la palabra por medio del profeta Ageo:
2-Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Yosadac, sumo
sacerdote, y al resto del pueblo: 3¿Queda alguien entre vosotros que haya visto este templo en su esplendor primitivo?, ¿cómo lo encontráis ahora?, ¿no os parece que no existe? 4Pues ánimo, Zorobabel-oráculo del Señor-; ánimo, Josúe, hijo de Yosadac, sumo sacerdote; ánimo, pueblo entero -oráculo del Señor-; ¡a la obra!, que yo estoy con vosotros -oráculo del Señor de los ejércitos-. 5El compromiso con vosotros cuando salisteis de Egipto y mi espíritu sigue entre vosotros; no temáis. 6y así dice el Señor de los ejércitos: Dentro de muy poco yo agitaré cielo y tierra, mares y continentes; 7haré temblar a todas las naciones y vendrán las riquezas de todos los pueblos, y llenaré este templo de gloria -dice el Señor de los ejércitos-. 8Mía es la plata, mío es el oro -oráculo del Señor de los ejércitos-. 9La gloria de este segundo templo será mayor que la del primero -dice el Señor de los ejércitos-. En este sitio daré la paz
-oráculo del Señor de los ejércitos-. 

Tercer oráculo 

10El segundo año de Darío, el veinticuatro del mes noveno, recibió el profeta Ageo esta palabra del Señor:
11-Así dice el Señor de los ejércitos: Consulta a los sacerdotes el caso siguiente: 12Si uno toca carne consagrada con la orla del vestido y toca con ella pan o caldo o vino o aceite o cualquier alimento, ¿quedan consagrados? Los sacerdotes respondieron que no. 13Ageo añadió:
-Y si cualquiera de esas cosas toca un cadáver, ¿queda contaminada?
Los sacerdotes respondieron que sí. 14Y Ageo replicó:
-Pues lo mismo le pasa a este pueblo y nación respecto a mí: todas las obras que me ofrecen
están contaminadas. 15Ahora bien, fijaos en el tiempo antes de construir el templo: 16¿cómo os iba? El montón que calculabais pesar veinte pesaba diez; calculabais sacar cincuenta cubos del lagar y sacabais veinte. 17Hería con tizón y neguilla y granizo vuestras labores, y no os volvíais a mí -oráculo del Señor-. 18Ahora, mirando hacia atrás, fijaos en el día veinticuatro del mes noveno, cuando se echaron los cimientos del templo del Señor: 19¿Quedaba grano en el granero? Viñas higueras, granados y olivos no producían. A partir
de ese día los bendigo. 

Cuarto oráculo 

20EI veinticuatro del mismo mes el Señor dirigi6 por segunda vez la palabra a Ageo:
21-Di a Zorobabel, gobernador de Judea: Haré temblar cielo y tierra, 22volcaré los tronos
reales, destruiré el poder de los reinos paganos, volcaré carros y aurigas, caballos y jinetes morirán a manos de sus camaradas. 23Aquel día -oráculo del Señor de los ejércitos- te tomaré, Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío -oráculo del Señor-; te haré mi sello, porque te he elegido -oráculo del Señor de los ejércitos-. 

Explicación.

2,1-9 Este segundo oráculo se compone de dos piezas: 1-5 una palabra de aliento, 6-9 una promesa magnífica, hiperbólica; todo puntuado por fórmulas de autoridad divina. 

2,1-5 Todo sucedía en tono menor: un descendiente de David sin trono, un sumo sacerdote sin templo. En esa humildad vivida resonó la palabra de Ageo. Los ancianos que, con su recuerdo nostálgico, engrandecían el templo pasado, colegían por el volumen de las obras que el próximo templo sería muy inferior (Esd 3,12). Lo compensará la promesa. "Ánimo": dirigido al Josué de la conquista (Jos 1,6.9.18). "Compromiso" es en hebreo dabar, con lo cual tenemos una terna sugestiva: Yo, mi palabra, mi espíritu (Jerónimo lo interpreta en clave trinitaria). 

2,6-9 La promesa con su grandeza parece desmentir la cercanía del cumplimiento. La terminología nos hace contemplar un día histórico trascendental, con acompañamiento de teofanía cósmica y una agitación internacional (Jl 2,10; 4,10; Sal 77,19). Llegarán tres cosas: las riquezas de las naciones (según Is 60,9-11), la gloria del Señor (Ex 40,43; Ez 43, 1-5), la paz y prosperidad (Jr 29,11; Sal 122). En vez de "riquezas", la Vulgata ha traducido "el Deseado", con lectura mesiánica universal. 

2,10-19 El tercer oráculo plantea un serio problema: por la discrepancia temática y por la datación. Los primeros versos (10-14), tratan un tema cúltico, de consagración y contaminación; los siguientes (15-19), tratan de bendición y carestía, templo y cosechas.
¿Forman una unidad?, ¿es correcta la fecha del v.18? 

2,10-14 Tres meses después de comenzadas las obras no había sucedido la conmoción universal ni el cambio espectacular. Respeto a los anteriores, el nuevo oráculo es un retroceso, en la actitud del Señor y en la conducta del pueblo. Quizá por la dificultad de las obras y por no haberse cumplido la predicción, cundió el desaliento entre el pueblo. El profeta reprocha la inercia del pueblo y les recuerda cómo apenas empezaron a trabajar, vino la bendición de Dios en forma de lluvia. Además, entre finales de agosto y finales de noviembre la cosecha no pudo cambiar, aunque las lluvias otoñales pudieron infundir esperanza. 

La consulta litúrgica. A los sacerdotes toca discernir entre lo sacro y lo profano, lo puro y lo contaminado; aquí encontramos las categorías cruzadas: consagrado / contaminado. Del dictamen profesional se colige que el cadáver tiene más fuerza para contaminar que la carne sacrificial para consagrar. 

Aplicando la analogía de proporción: aunque el pueblo se ocupa en una tarea sacra, no queda consagrado, porque se mantiene en contacto con algo que pertenece al reino de la muerte. El pueblo debe ser santo (Ex 19,6; Lv 19,2), el Señor quiere santificarlo (Ez 37, 28), Y él no se deja (Eclo 34,25). 

2,15-19 Ahora apliquemos la analogía de proporción al asunto del templo, y nos resulta una correspondencia cruzada o quiástica: 

consagración: carne sacra
bendición: templo en construcción
carestía: no templo
contaminación: cadáver 

Descuidar el templo es conducta "mortal" que contamina y acarrea carestía; trabajar en el templo es actividad sagrada que atrae bendición. Y ¿cuál es el momento divisorio en que se pasó de la maldición a la bendición? Lógicamente el 24 del sexto mes (1,15). Un glosador pensó que era el día del tercer oráculo, 24 del noveno; otro se remontó al día de echar los cimientos (año 536, según Esd 3,8s). 

2,20-23 El tema vincula este oráculo al segundo: se repite la sacudida cósmica que acompaña la victoria del Señor sobre potencias políticas y militares del mundo (con reminiscencias del Sal 76). Dios elige a Zorobabel como objeto muy personal, con el que refrenda y autentica sus decretos (Gn 38,18; 1 Re 21,8). Con ello anula la sentencia dictada contra el abuelo, Jeconías (Jr 21,24s). Ageo prevé el restablecimiento de la dinastía davídica en la persona histórica de Zorobabel. Al no cumplirse en tales términos la profecía, se proyectó al futuro escatológico, y Zorobabel resultó tipo del Mesías.

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